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Me despierto cada mañana y siento lo mismo. Lo mismo que siento durante todo el día. Sonrío para ocultar que en el fondo estoy hecha una mierda, porque ya no me queda más remedio. El peor momento del día es al llegar a casa. Noto esa soledad que tanto odio. No sé porqué, pero desde aquel día, nada es lo mismo. No he vuelto a reír de verdad, nada me hace ilusión y lo máximo a lo que puedo aspirar es a un día ausente del mundo, en el que ni me preocupo por nada, ni me dejo de preocupar. Es un sentimiento extraño, que me deja en un estado de desesperanza del que no es fácil salir. La gente lo llama desamor, pero yo ya lo considero una forma de vida.